Descripción
Al llegar a la Place du Châtelet insistió en coger el metro. Era hora punta. Estábamos apretujados contra la puerta. En cada parada, los que bajaban nos sacaban a empujones al andén. Luego, volvíamos al vagón con los nuevos viajeros. Ella apoyaba la cabeza contra mi hombro y me dijo sonriendo que nadie podría encontrarnos entre aquella multitud. En Gare-du-Nord nos vimos arrastrados por el aluvión de pasajeros que afluía hacia los trenes de cercanías. Cruzamos el hall de la estación. En la sala de consignas automáticas abrió una taquilla y sacó una maleta de cuero negro. Le cogí la maleta, bastante pesada por cierto. Pensé que debía contener algo más que ropa.