Descripción
Podríamos dar por finalizado aquí el estudio de la reencarnación, y para terminar nuestro trabajo vamos solamente a incluir algunas notas que se refieren a la tradición. Hemos visto en los capítulos precedentes que la reencarnación era una de las enseñanzas secretas de todos los templos de la antigüedad. Dada primitivamente como una parte de la iniciación en los grandes misterios del antiguo Egipto, esta revelación ha pasado a todas las religiones esotéricas, y volvemos a encontrarla entre los autores clásicos, de lo que hemos dado numerosos ejemplos; también la volveremos a encontrar en el budismo. Las investigaciones modernas relativas a las escrituras de la India han alterado las nociones que se podrían tener acerca de la antigüedad fabulosa de los alfabetos indios. De esta manera los trabajos de Philippe Berger y otros sabios permiten hacer remontar sólo hasta el año 500 antes de Jesucristo la constitución del alfabeto sánscrito, es decir, un alfabeto de Thebah, la academia de gramáticos; ésta fue la época en que en realidad vivió Gautama el Buda, un iniciado de la época brahamánica que dejó el palacio de su padre–el centro de iniciación–para dar al mundo profano una parte de los misterios. No debemos figurarnos, sin embargo, que sea el budismo el creador religioso de esta idea de la reencarnación; Buda ha sido el difusor a pesar de sus maestros y ha rendido con ello un servicio considerable a la humanidad. Las personas que se interesen por estas cuestiones encontrarán en un volumen de M. de Lafont, titulado El budismo, textos precisos y enseñanzas positivas capaces de satisfacerlos plenamente.