Descripción
Amamos, al principio, con los ojos cerrados. No nos importan las consecuencias, envueltos como estamos en el fulgor intenso del amor. Pero luego todo cambia. Las cosas se complican, inevitablemente. La simplicidad de ese fulgor inicial cede a la sombra inevitable del Gólgota. Todos nosotros perderemos en esa apuesta que es el amor, juego esencial de los mortales. Estamos acá para eso, para amar, para perder, y para sufrir esa pérdida. En el acto inicial del amor, confuso, irreflejo, está inscrito nuestro destino mortal.
Saber que el beso de Judas era un beso escenificado; saber que Judas perdía a Jesús por el bien de Jesús y de Judas, son ideas terribles. Terribles porque sabemos que son ciertas: hay sacrificios intransferibles; hay renuncias que nos hacen quienes siempre estuvimos destinados a ser, colgando de una rama de olivo, cuando, por amor, nos vemos obligados a renunciar al amor. Amamos, y sólo por eso vale la pena vivir, pero el futuro aguarda con cosas más terribles que la muerte.
Juan Murillo
