Descripción
En todas las situaciones de crisis, los niños son las mayores víctimas. Físicamente débiles, a menudo son los primeros en sucumbir al hambre, las enfermedades y la deshidratación. Inocentes ante el funcionamiento y los fracasos del mundo, son incapaces de entender por qué hay peligro, por qué hay gente que quiere hacerles daño, o por qué deben irse, tal vez de repente, y abandonar sus escuelas, sus amigos y su hogar. En esta serie complementaria a Éxodo, Sebastião Salgado presenta 90 retratos de los exiliados, migrantes y refugiados más jóvenes. Sus sujetos son de diferentes países, víctimas de diferentes crisis, pero todos están en movimiento, y todos menores de 15 años. A través de su extenso proyecto de refugiados, lo que impresionó a Salgado de estos niños y niñas no fue solo la inocencia implícita en su sufrimiento, sino también sus radiantes reservas de energía y entusiasmo, incluso en las circunstancias más miserables. Desde los refugios al borde de las carreteras en Angola y Burundi hasta los barrios marginales de las ciudades de Brasil y los extensos campamentos en el Líbano e Irak, los niños seguían siendo niños: se reían tan rápido como lloraban, jugaban al fútbol, chapoteaban en agua sucia, hacían travesuras con sus amigos y, por lo general, estaban extasiados ante la perspectiva de ser fotografiados. Para Salgado, la exuberancia presentaba una curiosa paradoja. ¿Cómo puede un niño sonriente representar circunstancias de privación y desesperación? Lo que notó, sin embargo, fue que cuando les pedía a los niños que se alinearan y tomaban sus retratos uno por uno, el vértigo grupal se desvanecía. Cara a cara con su cámara, cada niño se pondría mucho más serio. Lo miraban no como parte de una multitud ruidosa, sino como un individuo. Sus poses se volvían serias. Miraron a la lente con una intensidad repentina, como si bruscamente hicieran un balance de sí mismos y de su situación. Y en la expresión de sus ojos, o en la nerviosa inquietud de las manos pequeñas, o en la forma en que la ropa deshilachada colgaba de marcos dolorosamente delgados, Salgado descubrió que tenía una cartera de refugiados que merecía un foro propio. Las fotografías no tratan de hacer una declaración sobre los sentimientos de sus sujetos, ni de explicar los detalles de sus déficits de salud, educación y vivienda. Más bien, la colección permite que 90 niños miren al espectador con toda la franqueza de la juventud y toda la incertidumbre de su futuro. Hermosas, orgullosas, pensativas y tristes, se paran frente a la cámara por un momento en sus vidas, pero hacen preguntas que los persiguen en los años venideros. ¿Permanecerán en el exilio? ¿Conocerán siempre a un enemigo? ¿Crecerán para perdonar o buscar venganza? ¿Crecerán?