Nació el 10 de julio de 1871 en el número 96 de la rue Fontaine, en Auteuil, París, en el seno de una familia adinerada. Cursó estudios en el Liceo Condorcet, iniciando pronto la carrera de Derecho. Su primera obra, una colección de ensayos y relatos titulada Los placeres y los días (1896), muestra dotes de observador para reproducir las impresiones recogidas en los salones de la ciudad. Desde su niñez padeció asma, por lo que creció bajo los excesivos cuidados de su madre, cuya muerte en 1905 lo alejó por un tiempo de las letras. El resto de sus años los pasó de un modo recluido, sin casi salir de la habitación revestida de corcho donde escribió su obra maestra En busca del tiempo perdido. Se dice que Proust regresó un día a su pueblo natal y, como cuando era pequeño, pidió magdalenas para desayunar. Cuando iba a comer la primera magdalena, el olor y el sabor de esta pasta le evocaron rápidamente esos recuerdos de su infancia que parecían olvidados.
Y cuentan que este fue el motivo que lo impulsó a escribir À la recherche du temps perdu. La obra, cuyo eje central es la recuperación del pasado por medio del hilo conductor de la memoria, le pareció genial a algunos, y demasiado extensa y compleja a otros. Hoy se le valora como uno de los trabajos literarios más valiosos del siglo, al tiempo que se le considera un pionero de la novela moderna. Toda ella es un largo monólogo interior en primera persona, y en muchos aspectos es autobiográfica. La primera parte, Por el camino de Swann (1913), cuya primera edición fue sufragada por el propio Proust, pasó desapercibida. Después de cinco años apareció A la sombra de las muchachas en flor (1919), que resultó un gran éxito y obtuvo el prestigioso premio Goncourt. Las partes tercera y cuarta, El mundo de los Guermantes (2 volúmenes, 1920-1921) y Sodoma y Gomorra (2 volúmenes, 1921-1922), también recibieron una excelente acogida. Las tres últimas partes, que dejó manuscritas, se publicaron después de su muerte: La prisionera (1923), La desaparición de Albertina (2 volúmenes, 1925) y El tiempo recobrado (2 volúmenes, 1927). Falleció un 18 de noviembre de 1922, a la edad de 51 años, y se dice que su última palabra fue «madre». Murió de un absceso en los pulmones.
En busca del tiempo perdido:
En busca del tiempo perdido es una de las cumbres de la literatura francesa y universal. Siete volúmenes, que exponen a sus personajes abiertamente, descaradamente. Considerado por Barthes: “Un sistema completo de lectura del mundo”.
Por la parte de Swann se divide en tres partes, todas ellas variaciones sobre el tema del tiempo que inexorablemente queda atrás: «Combray», el pueblo de la infancia del protagonista, que lo rememora antes de dormir; «Un amor de Swann», o el despilfarro del tiempo en un amor, el de Odette y Swann, agostado por los celos; «Nombres de país: el Nombre», que gira en torno a los recuerdos de la adolescencia.
En A la sombra de las muchachas en flor, tras volverse poco a poco indiferente a la hija de Swann, Gilberte, el narrador visita el balneario de Balbec con su abuela y conoce a Albertine, «una chica de brillantes y sonrientesbojos y mejillas redondeadas y opacas». Pero en el pesimista universo proustiano esta afortunada connivencia resulta ser una concesión caprichosa e imprevisible, un don gratuito ante el cual la única actitud válida es la disponibilidad.
En La parte de Guermantes, tercer volumen de los siete que componen la monumental obra de Proust, presenciamos el ingreso del joven Marcel en el soñado mundo de la aristocracia. A la elegancia de los salones servirá de contrapunto fúnebre la sombra de la muerte.
En Sodoma y Gomorra, mientras espera en el patio de la duquesa de Guermantes, contemplando la polinización de sus orquídeas, el narrador observa en secreto el encuentro sexual entre dos hombres, el barón de Charlus y Jupien, una escena representada según las leyes de un arte oculto. De este modo comienza una meditación profunda sobre la sexualidad y el deseo, alimentada por la atracción que el narrador siente por la bella Albertine.
En La prisionera, el narrador recluye a Albertine en su casa de París para alejarla de las tentaciones lésbicas, al tiempo que desarrolla su particular teoría sobre los celos, el placer sexual, los remordimientos y toda la gama de sentimientos encontrados que produce en el ser humano el amor. Sus digresiones en torno al arte, como la famosa disquisición engendrada a partir de la muerte del escritor Bergotte y de un cuadro de Vermeer, Vista de Delft, se traducen en algunas de las páginas más hondas, emocionantes y turbadoras que sobre la pulsión creativa se hayan escrito jamás.
En Albertine desaparecida Proust prosigue su detallada y obsesiva narración de los delirios amorosos, de la angustia del deseo y, en especial, de los celos, el sentimiento que alienta con mayor fuerza en estas páginas, protagonizadas por Albertine, una de las amantes más perdurables de la literatura universal. Un peculiar tour de force en torno a la figura de la amante ausente y del dolor por el cuerpo perdido.
En el séptimo y último volumen, el narrador ve desfilar ante sus ojos a todos los personajes de su vida, cruelmente golpeados por el tiempo. En plena Primera Guerra Mundial, el barón de Charlus sigue buscando amantes bajo el fuego enemigo que cae sobre París, al tiempo que Marcel sigue rememorando episodios de su infancia. Para muchos críticos, El tiempo recobrado constituye el libro más intenso y turbador de toda la serie, un verdadero baile de fantasmas en el que el tiempo celebra su última representación.
Algunos libros disponibles del autor: